
Hablemos de Radiofármacos
06 de octubre de 2020
Al pensar en la palabra “nuclear” puede que sintamos un rechazo automático, porque al pensar en ella, quizá venga a nuestra mente el recuerdo de las bombas lanzadas por Estados Unidos a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, que dejaron un total aproximado de 200.000 personas fallecidas. También podría venir a nuestra mente el grave daño al ecosistema que provocan los desechos radiactivos producidos por el trabajo que realizan las industrias productoras de energía domiciliaria en algunos países del mundo. Seguramente, la científica polaca Marie Curie, quien obtuvo dos premios nobel (nobel de física en 1903, y de química en 1911) por sus descubrimientos y desarrollos en torno a la teoría de la radioactividad, nunca imaginó que su maravilloso descubrimiento tendría aplicaciones tan nefastas para la humanidad. Sin embargo, desde los altruistas orígenes de la investigación de Curie hasta hoy en día, su descubrimiento también tiene un sinnúmero de aplicaciones en la industria que benefician a millones de personas en el mundo, esto gracias al gran avance en investigación y desarrollo de tecnologías que utilizan la radioactividad de maneras amigables con el medioambiente.
Mientras que algunas aplicaciones de la radioactividad nos resultan más familiares, como las relacionadas con la medicina nuclear, otras son totalmente desconocidas por nosotros. Ejemplo de ello son las aplicaciones en la industria de la minería, donde se utilizan radioisótopos de manera no destructiva en instrumentos para aumentar la precisión de sus mediciones, así como en ensayos de materiales, control de calidad y ensayos de hermeticidad de oleoductos y gasoductos, con el fin de detectar fugas y fallas en soldaduras de uniones entre tuberías. Adicionalmente, podemos encontrar en la manufactura moderna aplicaciones de la radioactividad en la industria agropecuaria, cosmética e industria de alimentos, donde la energía nuclear se utiliza, por mencionar un ejemplo, para irradiar gran variedad de artículos producidos por estas industrias, lo que permite destruir microorganismos causantes de la pérdida de inocuidad y calidad de dichos productos, aumentando sus periodos de caducidad y evitando posibles daños a la salud de los usuarios y consumidores.
En la industria farmacéutica, el desarrollo y producción de radio fármacos ha alcanzado un lugar protagónico por sus múltiples aplicaciones en el campo clínico, a través del uso de éstos en la medicina nuclear, posicionándose como un importante aliado en el diagnóstico y tratamiento de algunas enfermedades catastróficas para la población. Un radiofármaco es un medicamento que contiene un isótopo radioactivo (o más de uno, también llamados radionucleidos), el cual se vincula con una molécula de transporte, la cual posee características fisicoquímicas y biológicas que le permiten tener afinidad por un órgano o tejido específico en un paciente. Su función en el radiodiagnostico de enfermedades no involucra cambios en los procesos bioquímicos, por lo que se puede realizar el seguimiento de su biodistribución al interior del organismo de un paciente, a través del uso de equipamiento tecnológico de imagenología, por la observación de la emisión de fotones o positrones que genera el radiofármaco, esto con el objetivo de detectar alteraciones de los tejidos, por ejemplo, las provocadas por presencia de células cancerígenas. Por otra parte, es posible utilizarlo para el tratamiento de varias patologías, en cuyo caso el objetivo del radionucleido será irradiar los tejidos afectados y eliminar las células causantes de la patología. Ejemplos de radiofármacos son el Cobalto-60 (usado en el tratamiento de cáncer), el Fósforo-32 (utilizado en diagnóstico y tratamiento de enfermedades relacionadas con los huesos y médula ósea) y el Tecnecio-99 (con aplicación en el radiodiagnóstico de vasos sanguíneos bloqueados), entre muchos otros.
La producción de un radiofármaco involucra actividades potencialmente peligrosas y, en general, implican dos sistemas de obtención de radionucleidos. El primer sistema de obtención es a través de la fisión de un núcleo atómico pesado (por ejemplo, Uranio-235) al interior de un reactor nuclear mediante el bombardeo con neutrones. El segundo sistema también es mediante el bombardeo de un núcleo atómico pesado, pero al interior de un equipo llamado “Ciclotrón”, un acelerador de partículas que permite bombardear, esta vez no con neutrones, sino con partículas subatómicas cargadas eléctricamente, obteniéndose radioisótopos diferentes a los obtenidos en un reactor nuclear. La potencia o actividad de los medicamentos radio farmacéuticos decae con el tiempo de acuerdo a la ley de desintegración radiactiva. El período de semidesintegración o vida media del radionucleido es muy estrecho, por lo que debe ser liberado para su distribución y uso, incluso antes de completar todos los ensayos del control de calidad. Es por esta razón que las buenas prácticas, denominadas de forma genérica como “GxP”, son un valor fundamental en este tipo de producciones, donde las actividades se ejecutan en áreas que, además de resguardar la salud de los operadores, debe contar con equipos de producción y sistemas de apoyo crítico idóneos respecto de su diseño, calificación y validación, para garantizar la eficacia, seguridad y estabilidad de los radiofármacos que en ellas se producen. Por ejemplo, para el resguardando de sus ambientes internos, se debe disponer de sistemas HVAC (heating, ventilation and air conditioning), los cuales permiten obtener áreas limpias con clasificación A y B respecto de la calidad del aire ambiental en ellas, calidad que se determina de acuerdo con las regulaciones vigentes publicadas por la OMS, o a través de las consideraciones establecidas en la norma ISO 14644. De acuerdo con las GxP, además de los procesos de manufactura de cada producto, todos los sistemas de apoyo crítico de una planta de radiofármacos (por ejemplo, HVAC, sistemas de agua purificada, líneas de nitrógeno, entre otros) deben ser calificados y validados, en armonía con las normativas y recomendaciones nacionales e internacionales, con el propósito de evaluar si cumplen los requerimientos de diseño e instalación y los parámetros operativos y de desempeño que permiten lograr el nivel de servicio exigido con el que fueron concebidos. De igual manera, ya que los radiofármacos son productos estrictamente estériles, las actividades de validación de limpieza de líneas de producción, así como de los laboratorios de control de calidad, son fundamentales para establecer si los procedimientos de limpieza poseen un diseño adecuado para mantener la estricta inocuidad de las áreas y equipos. En Chile, el único organismo autorizado por el Instituto de Salud Pública (ISP) para la fabricación, control de calidad y distribución clínica de radio fármacos es la “Comisión Nacional de Energía Nuclear, perteneciente al Ministerio de Energía.
Como hemos visto, los radiofármacos mantienen un importante rol en el radiodiagnóstico y tratamiento de los pacientes en el campo de la medicina nuclear moderna, mientras que, respecto de su producción industrial, cobra relevancia la existencia sistemática de riesgos potenciales para los operadores y para el producto en sí mismo. También, se hace evidente la importancia de las consideraciones que se deben tener al diseñar, calificar y validar las plantas y sus sistemas de apoyo crítico, los procedimientos de limpieza de líneas de producción y los procesos de manufactura. En vista de lo anterior, ya sea que se trate de un organismo público dependiente de un estado o una compañía de capitales privados, es trascendental que la capacitación y calificación continua de todos los colaboradores sea un pilar fundamental para los productores de radiofármacos, en todos los niveles jerárquicos, y que, por lo tanto, los programas de capacitación y calificación de personal, así como el cumplimiento de las normativas y recomendaciones GxP, tengan un espacio protagónico dentro del manual de calidad y del sistema integrado de gestión de calidad, en su conjunto.